Días como ayer que me esbozó amaneceres, voces, crepúsculos y miradas de hace tiempo... Ilusión de ese roce presentido que comenzara en las puntas de mis pies y llegara fortalecido hasta mi alma... Sueño de placer estremeciendo cada poro de mi cuerpo desnudo y erizado, que me llevara luego del estallido a la ternura escondida en el abrazo cálido... Inmenso deseo de que la locura me invada y que siga sin descanso el camino del amor, guiada por el sexto sentido, el séptimo y todos los demás, hasta tomarme para siempre el corazón...
Noches como la de anoche en que la vida se me hizo una cobija rota... Toda la noche tuve frío por dentro, sufrí de sueños sin sueño, me asaltó el fantasma de los besos negados y me agobió aquel todo que se volvió nada, pero sigue tercamente agazapado en mi desnudez sin caricias, en mi por qué, en mi cómo, en mi dónde y en mi quién ya sin respuesta.
Mañanas como ésta en que las emociones emergen en cada sílaba, brotan sin medida en cada frase, ignorando mi recato. Es como si todos aquellos sueños y caricias que un día quedaron suspendidos al borde de mi alma y en la punta de mis dedos lucharan por ser, por recobrar el aliento a través de las palabras y se colaran atropellados, desperdigándose sobre el teclado, dejando totalmente expuestos mis deseos amordazados...
Pensamientos sin dueño que me habitan por derecho propio. Fragilidad que me reconoce en un arpegio de sentimientos y sensaciones. Terco espíritu soñador que me sobrevive. Paréntesis de mi soledad que esperan su espacio...
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