Ir al contenido principal

29. Paréntesis de la soledad...

Esa deliciosa soledad que me acompaña desde siempre, hay días y noches en que confunde el invierno con el verano, el Sur con el Norte, o al revés. Pero siempre me regresa...

Días como ayer que me esbozó amaneceres, voces, crepúsculos y miradas de hace tiempo... Ilusión de ese roce presentido que comenzara en las puntas de mis pies y llegara fortalecido hasta mi alma... Sueño de placer estremeciendo cada poro de mi cuerpo desnudo y erizado, que me llevara luego del estallido a la ternura escondida en el abrazo cálido... Inmenso deseo de que la locura me invada y que siga sin descanso el camino del amor, guiada por el sexto sentido, el séptimo y todos los demás, hasta tomarme para siempre el corazón...

Noches como la de anoche en que la vida se me hizo una cobija rota... Toda la noche tuve frío por dentro, sufrí de sueños sin sueño, me asaltó el fantasma de los besos negados y me agobió aquel todo que se volvió nada, pero sigue tercamente agazapado en mi desnudez sin caricias, en mi por qué, en mi cómo, en mi dónde y en mi quién ya sin respuesta.

Mañanas como ésta en que las emociones emergen en cada sílaba, brotan sin medida en cada frase, ignorando mi recato. Es como si todos aquellos sueños y caricias que un día quedaron suspendidos al borde de mi alma y en la punta de mis dedos lucharan por ser, por recobrar el aliento a través de las palabras y se colaran atropellados, desperdigándose sobre el teclado, dejando totalmente expuestos mis deseos amordazados...

Pensamientos sin dueño que me habitan por derecho propio. Fragilidad que me reconoce en un arpegio de sentimientos y sensaciones. Terco espíritu soñador que me sobrevive. Paréntesis de mi soledad que esperan su espacio...

Comentarios

Anónimo dijo…
Permíteme decirte Cecilia C. que tus escritos son de una sensibilidad muy especial. Sigue escribiendo y gracias por el placer de leerte.

Entradas más populares de este blog

8. En camino

La prisa cuela el aire entre mi ropa y camino vestida de tu aliento Mi boca buscando calles repite tu nombre Mis ojos heridos por el neón reclaman tu mirada Mis manos contando monedas acarician tu pecho Mis pies apurando semáforos encuentran tus pasos Mi sombra, panambi vera, levita hacia tu alma y mi cara al viento es el epígrafe de tu alegría

19. Las luciérnagas...

Muy pequeñita, desde la ventana de casa vi alguna vez diminutas lucecitas yendo de un lado a otro en el jardín. Luego supe por los textos escolares que aquellos punticos luminosos eran emitidos por las luciérnagas. Sin embargo, debo decir que nunca entendí ni averigüé en detalle sobre aquel extraño proceso de origen animal. Posteriormente, mi primer encuentro cercano -debido a un tercer tipo...- con la luz de las luciérnagas fue metafórico. Estaba en la universidad y vivía en una residencia para estudiantes donde la dueña literalmente moría por su impenitente y malhadado amor, a quién ella a pesar de todo se empeñaba en llamar "Mi solecito". Un buen día, o mejor una mala noche, a "Mi solecito" se le pasaron las copas, las horas y las manos... y al desayuno de la mañana siguiente la mirada de nuestra querida casera era oscura por dentro, de frente y de perfil... No obstante, como siempre, doña Sarita llamó: "¡Solecito, tu desayuno está servido!". Fue entonc

35. Destino París... ¡Glamour a trocha y mocha...!

Esta es una historia verídica, propia del irrepetible realismo mágico venezolano. Le sucedió a una amiga de años; excelente empresaria, editora, vecina de cuando nuestros críos apenas iniciaban el colegio, a quien llamaré Hortencia (igual tiene nombre de flor). A su regreso de la Ciudad Luz, satisfecha por el placer vivido y el deber cumplido me llamó para contarme, entre otras cosas, la aventura que significó el hacer realidad el viaje que le obsequiara una institución francesa interesada en que su revista cubriera para Venezuela un glamouroso evento internacional en pleno París, incluídos hotel cinco estrellas, intérprete y demás exquisiteces propias de la ocasión. Llegado el día, Hortencia, previsiva, responsable y fina como nadie, se aperó con sus mejores galas, afinó todos sus equipos audiovisuales con tecnología de punta, llenó una gran maleta con la última edición de sus publicaciones y algo de ropa (de allá vendría la que faltaba), contrató el taxi que la bajaría al aeropuerto