
Fue una idea que encontró su realidad en un sueño, y fue todo, y fue siempre...
Hoy cada silencio es un deseo, una promesa, una caricia, una certeza que empieza a diluirse dolorosamente, recorriendo, lastimando desde el último poro de la piel hasta el rincón más profundo del alma. Y es llanto que no puede ser llorado, y es grito que no puede ser oído...
Inútilmente los signos tratan de definir el absurdo que ahoga desde que llegó la sin razón y la incertidumbre...
El, la, los, las, una, uno ya no existen; son simples letras sueltas flotando entre nombres y promesas... Se desarticularon en el caos de los ires en presencia y venires en ausencia...
Los sustantivos ven sin mirar; quizás esperan una señal para recobrar sus formas, sus colores, su motivo: labios, miradas, abrazos, mañanas, calles, viento, compañero y hasta el mismo Amor vagan sin esencia, como zombies...
Los adjetivos se han cansado de buscar y ya no señalan, no pueden precisar lo que no encuentran: el tu ya no entrega nada, el ísimo y el más que antes llenaban el presente, se han vuelto imperceptibles y pierden poco a poco sus colores, olores y medidas confundidos en la oscuridad...
Los verbos se amontonan, paralizados por la negación: amar, esperar, reir, soñar, besar, pensar, ninguno de ellos puede resucitar su promesa porque no encuentran ya el Alma que les dió vida...
Los adverbios han perdido la brújula, flotan sin objeto ni sentido: aquí , hoy, siempre, pronto, son intenciones vagando sin rumbo entre la inercia...
Sólo han quedado dos pronombres que se miran desde lejos por ventanas tímidamente abiertas y dos preposiciones que insisten en enlazarlos con el tiempo y la distancia... Tercos rezagos de un sueño que se niega a morir.
Mientras tanto, el eco repite incansablemente una conjunción generosa de certezas que, cansada de silencios, se volvió pregunta...
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RHG