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19. Las luciérnagas...


Muy pequeñita, desde la ventana de casa vi alguna vez diminutas lucecitas yendo de un lado a otro en el jardín. Luego supe por los textos escolares que aquellos punticos luminosos eran emitidos por las luciérnagas. Sin embargo, debo decir que nunca entendí ni averigüé en detalle sobre aquel extraño proceso de origen animal.

Posteriormente, mi primer encuentro cercano -debido a un tercer tipo...- con la luz de las luciérnagas fue metafórico. Estaba en la universidad y vivía en una residencia para estudiantes donde la dueña literalmente moría por su impenitente y malhadado amor, a quién ella a pesar de todo se empeñaba en llamar "Mi solecito". Un buen día, o mejor una mala noche, a "Mi solecito" se le pasaron las copas, las horas y las manos... y al desayuno de la mañana siguiente la mirada de nuestra querida casera era oscura por dentro, de frente y de perfil... No obstante, como siempre, doña Sarita llamó: "¡Solecito, tu desayuno está servido!". Fue entonces cuando una de las compañeras, quizás autorizada por el malestar colectivo que pesaba en el ambiente y por ser la más antigua del grupo, parafraseando al poeta(*), le espetó: "¡Doña Sarita, qué solecito ni que solecito, si eso no llega ni a luciérnaga de menguado brillo...!"

La danza (**). Años más tarde, volví a encontrarme con las luciérnagas. Fue en cierta oportunidad, cuando las circunstancias nos llevaron a recalar en la hospitalaria Maturín, al sureste de Venezuela. Impedida en aquel momento para tomar una casa dentro de la urbe, me vi obligada a buscarla en lugares apartados. Así fue como encontré una casita de campo (lista para mi mente febril de bricolera frustrada...), situada a cinco minutos de la ciudad en el paraje más hermoso posible, que ni aún en los momentos más desvariantes hubiera podido concebir. Lo que para los lugareños era una desventaja por los seis kilómetros que lo separaban de la actividad citadina, para mis dos hijos adolescentes y yo era un verdadero milagro en todo sentido, por lo bucólico del lugar. Desde el comienzo la llamamos nuestro "palomar".

El haber carecido al comienzo de televisión, radio y otros equipos de sonido, nos hizo buscar distintas formas de entretenimiento cuando el sueño no llegaba temprano. La preferida era contemplar el firmamento nocturno, mientras escuchábamos el ulular de los buhos y el canto de los grillos y las ranitas.

Una de las tantas noches profundas y quietas del sur monaguense me sorprendió acostada de espaldas sobre el techo de mi automóvil compartiendo con mi hijo Víctor Hugo, sentado a mi lado. (Inexplicablemente, después de muchos encuentros y desencuentros provocados muy a mi pesar, las criaturas del lugar y nosotros habíamos aprendido a respetarnos: ellas no entraban a nuestro "palomar" y nosotros no invadíamos su hábitat en las horas nocturnas). Recuerdo que había estrellas titilantes y de luz fija, unas quietas y otras móviles y misteriosas cruzando lentamente la bóveda añil. Muchas de ellas a veces caían formando cortinas brillantes en el horizonte de esa extensa sabana ¡Una explosión de luces infinitas nos envolvía!

De pronto, no se si por instinto ante algo tan inusual o porque los sentidos se aguzan e integran en perfecta conjunción con esas manifestaciones de la Naturaleza, nuestra visión perimetral nos hizo percibir en el suelo una alfombra de puntos brillantes e indefinibles en aquella oscuridad... Reaccionamos con timidez y nos incorporamos lentamente hasta ver que en la punta de cada brizna de hierba había una pequeña luz que al detectar nuestros movimientos empezaba a mecerse o a elevarse... ¡Era como si parte del firmamento hubiera descendido sobre el prado! Luego, al cabo de unos pocos segundos y sin todavía tener conciencia de lo que sucedía, mi hijo y yo nos vimos sumergidos dentro de halos de luces celestes y terrestres que se desplazaban en todas direcciones. Nos inmovilizamos... Millones de puntos brillantes surgían de todas partes y lo iluminaban todo: ¡Estábamos presenciando la danza de las luciérnagas!

Calculo que duró sólo un minuto, nunca más se produjo. Durante el corto año que vivimos en aquel "palomar", el generoso cielo de las noches monaguenses nos regaló millones de guiños cada vez que la luna no acudió... Pero las luciérnagas sólo volvieron a visitarnos de vez en cuando, de una en una, de dos en dos o de tres en tres, como un recorderis de aquel fenómeno extraordinario e inolvidable.
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(*) ..."Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, para que a mis sueños prestase calor. Me dio una luciérnaga de menguado brillo... ¡Yo quería un sol!" (Soberbia - Porfirio Barba Jacob, poeta colombiano)

(**)El brillo de los duendes. Varias especies de luciérnagas viven en la India, el sureste de Asia, América del Sur y las regiones cálidas de Europa y Estados Unidos. Las luciérnagas son en realidad escarabajos que emiten luz a través de sus órganos abdominales. La variedad de emisiones abarca desde chispazos aislados hasta sorprendentes exhibiciones colectivas que son un hermoso espectáculo en las noches sin luna. La luz de las luciérnagas es fría y, en términos de energía, muy eficiente. Mientras que el 97% de la energía de las bombillas eléctricas o focos se convierte en calor, una luciérnaga concentra el 90% de su energía para la producción de la luz. El brillo que emerge del minúsculo animal es suficiente para leer una página impresa. Se dice que los estudiantes japoneses pobres usaban estos atractivos insectos para estudiar durante la noche, y en algunas partes de América del Sur se utilizaban para iluminar las casas. Verde para detenerse. La mayoría de las luciérnagas son escarabajos. La común europea es más activa en junio y julio, cuando las hembras, que no tienen alas, suben a los tallos altos de los pastos y cuelgan la cabeza hacia abajo; además, vuelven el cuerpo para exponer las verdes linternas que tienen bajo la parte posterior. Los machos, que están provistos de alas, pueden captar estas señales aun si se encuentran a 90 m de distancia. El verde del “semáforo” le indica: “Aquí puedes detenerte”. (Tomado de www.selecciones.com/)

Comentarios

Anónimo dijo…
Los seres de luz atraen luz, no importa si los invade la oscuridad porque siempre tendran una luz (aunque sea solo una) que los guia e ilumina sus caminos... Que Dios te bendiga Ceci, a ti y a seres de luz como tú (K)

Te quiere.

Patty

P.D: No puedo ponerlo como yo xq dice que mi contraseña no es válida. :S
Kocol dijo…
Creo que es una bendición encontrar esos momentos en los que volvemos nuestras miradas a la naturaleza y nos damos cuenta de que realmente necesitamos de pocas cosas para ser felices y que todo está en nuestra actitud hacia las cosas que nos rodean. Cada uno de nosotros debiera contar con una de esas luciérnagas, cual hada o ángel de la guarda personal, para que nos recuerde que después de la noche viene el día y que, en cualquier caso, los dos tienen sus encantos!
Unknown dijo…
Amiga tu sabes que soy de un pueblo lleno de naturaleza hermosa el leer las danzas de las luciérnagas me remonto a mi infancia en mi pueblito de Viento Frescos y me hizo recordar momentos felices de mi niñez. Gracias
Unknown dijo…
Amiga tu sabes que soy de un pueblo lleno de naturaleza hermosa el leer las danzas de las luciérnagas me remonto a mi infancia en mi pueblito de Viento Frescos y me hizo recordar momentos felices de mi niñez, que fueron pocos. No tuve la oportunidad de verlas en su danzas, pero recuerdo que todas las mañanas cuando era la época de lluvias yo solía salir al patio de mi casa y caminar hacia donde había mucho monte sólo por el placer de ver revolotear miles de mariposas amarillas a mi alrededor, yo sólo reía y danzaba a su alrededor, como queriendo abrazarlas o tal vez ser una de ellas para poder volar, cuando estoy triste las recuerdo porque eso me hacía muy feliz. Me alegro que hayas tenido esa maravillosa experiencia y estar hay en el momento y la hora exacta para presencial ese milagro de la naturaleza, un hecho como ese nos permite reflexionar y darnos cuenta de la magia que tiene nuestra madre tierra y de lo perfecto que es la creación de Dios a darle a cada ser algo especial. Lamentablemente son muy pocas las personas que tiene la oportunidad de vivir experiencias como estas debido a que la mayoría no les importa, los seres humanos nos hemos vuelto muy materialistas y consumistas, sólo salimos de la ciudad en vacaciones y en días feriados para lanzarnos como rebaños de ganado en las playas y si van a la montaña no se detienen a contemplan la belleza del paisaje y la magia de del mundo natural. Gracias por describirlos de una manera tal que permite vivir la experiencia sin estar hay. Besos

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