La casa vieja de mis primaveras trae aires de yerbabuena y jazmín, de muñecas de trapo y perro fiel, de libros, naftalina y piano, de respeto, cariño, bendiciones, de chocolate, pan y queso, de alegría con coco y anís y sueños coloridos... La casa vieja de mis veranos huele a algodón de azúcar, a escalera empedrada, a los Vientos Alicios, a amarillo varón, a rosado nenita, a pechos rebosantes, a juguetes y mimos, a sombras dibujadas por adioses lejanos y a nostalgia de exilio... La casa de mis inviernos guarda aires de rosas amarillas, de nobleza canina, de trabajo y desvelos de balcón, luna y montaña, de música callada, de deseos dormidos, de esperanzas y ausencias... En la casa de mi otoño huele a miel y a mastranto, a aprendiz de poeta, a canto nuevo, a hijos con destino, a amor de media tarde, a hoy y sólo hoy, a pasos sin regreso, a Patria adolorida, a fruto y libertad a vuelta de la esquina...
Tejiendo y destejiendo sueños...