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35. Destino París... ¡Glamour a trocha y mocha...!




Esta es una historia verídica, propia del irrepetible realismo mágico venezolano. Le sucedió a una amiga de años; excelente empresaria, editora, vecina de cuando nuestros críos apenas iniciaban el colegio, a quien llamaré Hortencia (igual tiene nombre de flor).

A su regreso de la Ciudad Luz, satisfecha por el placer vivido y el deber cumplido me llamó para contarme, entre otras cosas, la aventura que significó el hacer realidad el viaje que le obsequiara una institución francesa interesada en que su revista cubriera para Venezuela un glamouroso evento internacional en pleno París, incluídos hotel cinco estrellas, intérprete y demás exquisiteces propias de la ocasión.

Llegado el día, Hortencia, previsiva, responsable y fina como nadie, se aperó con sus mejores galas, afinó todos sus equipos audiovisuales con tecnología de punta, llenó una gran maleta con la última edición de sus publicaciones y algo de ropa (de allá vendría la que faltaba), contrató el taxi que la bajaría al aeropuerto y euros en mano, con la ilusión y la expectativa propias de la primera vez pues nunca había visitado París, salió rumbo Aeropuerto de Maiquetía.

Veinte minutos transcurrieron literalmente sobre ruedas, pero al minuto ventiuno Hortencia empezó a notar que los carros empezaban a enfilarse cada vez más lentamente. "A esta hora es extraña la cola, señora, esperemos que sea pasajera". "Ya está, -se dijo en silencio, empezando a ponerse nerviosa- definitivamente Antonio tiene "boca de chaure". Se lo dije mil veces 'deja de apurarme que me vas a empavar el viaje". Treinta minutos y ya no había cola, ahora estaban inmóviles dentro de un gran estacionamiento... Cuarenta minutos y la radio informaba que todavía no lograban contabilizar los carros que la gandola sin frenos había arrastrado.

Este fue el diálogo que después de marcar mil veces sin resultado el número de la línea aérea, se desarrolló entre el amable conductor y mi amiga, ya rozando peligrosamente el desplome de nervios, peinado, maquillaje y éxito profesional:
-¡Señor, me va a dejar el avión, ayúdeme a ver si viene una moto. La próxima que pase la paramos! (Menos mal que no se me ocurrió ponerme falda, pensó)
- Disculpe, señora, le recuerdo la maleta...
- ¡Ay, Dios, verdad! No importa, la paramos y ya se verá
- Señora, ahí viene una moto, pero no es mototaxi
- ¡Párela, por favor. ¡Que no se escape!

Bendiciendo su suerte del momento, Hortencia se acercó al motorizado que pañuelo y gorra rojos -una encima del otro-, se había orillado en la vía, atendiendo al llamado del taxi:
- ¿Señor puede llevarme al aeropuerto?
- Eso es dándole, doñita. Móntese
- Bueno, gracias, pero espere y traigo la maleta
- ¡La maleta! ¿Y es muy grande?
- Bueno...
(Ya mi amiga había analizado la moto con el ingenio que nace de la necesidad extrema)
- Yo creo que cabe aquí atravesadita, y si la amarra con ese mecate no habrá problema...
- Ta' bien, pues... Preste acá. ¡C... lleva piedras!

Feliz, Hortencia pagó la carrera completa al conductor del taxi, le dio las gracias y presurosa se acomodó como pudo en la moto, mientras su nuevo conductor "mecateaba" su enorme maleta.
- ¡Bájese, señora, así no es! Primero debo montarme yo y luego se monta usted
- Pero...
¡Ay, Dios mío! ¿Y si arranca sin mi?, pensó Hortencia mientras que sobre su pierna derecha caía todo su peso y la costura del pantalón, que no era precisamente de montar, empezaba a traquear...
- Rápido, señora. ¿Es la primera vez que se monta en una moto?
- Sí, pero usted me dice...

De pronto, sin saber cómo, el elegantísimo tacón de mi amiga hizo un doloroso giro de 45 grados. A esas alturas del partido, el sudor, los nervios y ahora el dolor de tobillo empezaban a quebrarle la voz y a correrle el maquillaje...
- No llore, doña, nos vamos por la trocha y llegamos a tiempo. Ahora si móntese y se agarra de aquí -decía el motorizado señalándose un poco más arriba de la cintura-.

Es así como maleta detrás, motorizado de pañoleta roja delante, cartera Gucci al hombro y el alma en la boca, iba mi elegante amiga Hortencia de cara y peinado al viento ...y al polvo, rumbo a París vía la trocha.
- ¡Señora, no me pellizque, me está sacando el aire!, gritaba el motorizado desesperado
- Disculpe, disculpe, -dijo Hortencia, avergonzada y desamarrando brazos y uñas- es la falta de experiencia, disculpe.
- Ta' bien. Ahora sí. Ah!, y no se tuerza p'al otro lado cuando quiebro a la izquierda, que nos podemos caer!

Así, sana y salva, apenas arrastrando un pie por el dolor infernal y con pinta de necesitar un exorcista, llegó Hortencia al stand de su vuelo en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, donde luego de oblícuas miradas y un más caritativo que profesional "¿Podemos ayudarla en algo..?", entregó su pasaje, para escuchar de inmediato: "Este vuelo saldrá muy retrasado, señora, la tripulación se encuentra atascada en una cola debido a que una gandola... ... ..."

¡Cosas de nuestra maltratada, impredecible y adorada Venezuela!

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