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43. Comamos y bebamos que mañana moriremos...




La mayoría de nosotros recuerda de niño haber repetido con aire importante ciertas frases que seguramente le escuchó a alguien admirado por cualquier motivo, bien sea el/la compañer@ de años superiores en el colegio, el/la amiguit@ que nos hacía tilín en el recreo o porque la escuchara en cualquier otro lado. Fue así que una vez llegué a casa y dije rimbombantemente en presencia de mi mamá algo que para aquel momento me sonaba de lo mejor y que no recuerdo dónde recogí: Comamos y bebamos que mañana moriremos. No recuerdo si fue a la hora del almuerzo o qué, pero algo así debió ser. Tal era la poca conciencia que en aquel momento podía tener yo de lo que estaba diciendo...

Mi mamá, aterrada y con cara de epopeya, como el ser humano recto y la madre excelente que siempre fue, de inmediato me sentó a su lado y me enumeró incontables razones para vivir a conciencia y con mesura el presente y prepararnos para el futuro. Muchísimos ejemplos ilustraron la charla que ocupó aquella larga tarde del octavo año de mi vida. (Lejos estaba mi mamá de la corriente existencialista y no fue ésta parte de su inquietud por mi sentencia). Por supuesto, Epicuro y todos sus panas bonchones quedaron muy mal parados dentro de las advertencias maternas. Eso lo supe cuando años más tarde me tocó estudiar en detalle sobre el Hedonismo y se me dificultó concebir desde el punto de vista práctico la vida a través de la filosofía del placer.

Luego pude conocer que no me pasó a mí solamente, me refiero ahora a lo relacionado con el placer, sucede mucho en nuestro mundo latinoamericano donde aún prevalecen conceptos medievales tales como que los asuntos del alma son buenos y los asuntos del cuerpo no tanto... (Algo se ha evolucionado). Hay una dicotomía visible entre la filosofía de vida y la práctica de la misma; algo así como lo reflejado fielmente por los miembros de cierta élite en nuestro país cuando sentencian que "ser rico es malo" y en la práctica hacen cualquier cosa (¿Será por eso?) para disfrutar y mostrar sin ningún recato lo rico que es lo contrario...

Bueno, lo cierto es que últimamente he vuelto a recordar, ya interiorizada y concientizada, la dichosa fracesita que tanto inquietara a mi madre como para crearme definitivamente todo un estilo de vida... Si señor. Y es que precisamente ahora que empezaba a hacerme la ilusión de ser millonaria; ahora que por fin el saldo mensual de mi cuenta bancaria empezaba a sobrepasar tímidamente las seis cifras y me generaba la sensación de que no ha sido en vano persistir en el deber cumplido, inventar, amanecer y hasta enfermarme trabajando; ahora que ensayaba a entender el griego de marras y sus panitas, y en oportunidades saboreo esa tranquilidad que da el poder dividir holgadamente mi saldo bancario por el precio de lo que me gusta, aunque a veces sólo llegue hasta el saboreo únicamente y no compre ni siquiera la versión reducida de mi deseo por aquello de los resagos de la filosofía materna... ¡Zuaz! se aparece alguien con la nada brillante idea, y por demás inútil para efectos prácticos, de quitarle tres ceros al resultado de mis esfuerzos...

Así es, amigos, no es ninguna gracia, en enero del año próximo nos llegará a todos los venezolanos un bolívar "papeao", de esos "papeaos" a la fuerza, dignos de exhibición y concurso pero que nunca pasan la prueba antidoping... Tan "papeao" que a su lado todo lo demás parecerá perfectamente "escuálido"... pero no podremos comprarlo porque sencillamente los ceros que llevaba a la derecha ahora los llevará a la izquierda... y su poder (¿?) adquisitivo seguirá igualito al de nuestro anoréxico bolívar actual. Ese, el padre de la criatura, que desde hace tiempo ha venido reduciéndose hasta llegar a su más mínima expresión. (Acabo de escuchar en la TV, son las 7:10 pm del 24/10/2007, que en la frontera con Colombia el valor del bolívar venezolano acaba de llegar a 0,39 de peso colombiano; lo cual es calificado como una "caída histórica").

Adiós pues a esa sensación de satisfacción, placer y seguridad producida por haber podido contemplar el punto seguido de seis ceros en nuestra cuenta bancaria o de ahorros... Adiós a todos los nuevos "millonarios" (aunque sólo fuera en apariencia), honestos y tenaces... De enero en adelante todos (¿?) seremos cobijados por la sentencia igualitaria, también en apariencia, del socialismo del Siglo XXI: "Ser rico es malo"...

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