Video: Parte final de la película Zorba El Griego, con Antony Quinn y Alan Bates
De buena gana todos los días haría un alto y me pondría a bailar o a cantar a todo pulmón por el solo hecho de hacerlo, aún corriendo el riesgo de que mis hijos, los empleados y hasta la Beba piensen que me volví loca. Eso y mucho más quisiera muchas veces, pero no lo hago...
Sin embargo, hoy no ha sido así; hoy me reconcilié con la locura. Mis enanos recrecidos y amados no lo entendieron del todo, sin demostrarlo del todo... y la Beba, quizás identificada y entusiasmadísima, estuvo todo el tiempo persiguiéndome en dos paticas. Dejé el libro que corrijo, me quité los zapatos y bailé y bailé y bailé por el solo placer de dejarme ser... No puedo negar que por la mala costumbre de no hacerlo con frecuencia, mi propia timidez me desacompasó por segundos el ritmo interior. Pero volví a sentir ese aire puro, esa deliciosa sensación de plenitud y libertad que hace mucho tiempo sentí también bailando, si mal no recuerdo, primero Anyway you look at it, de los Rolling Stones, y luego Love of my life, de Santana. Bailaba con la vida...
Sobra decir que se me van los días pegada a textos ajenos, en lo de investigar; a los puntos y las comas, en lo de la ortografía; palabreando para plasmar mejor la idea, en lo de la semántica y la sintaxis; o bien parrafeando para ordenar mejor, en lo del análisis contextual o del discurso; etc., etc. Mejor dicho, se me va el tiempo trabajando; en eso trabajo. Y de los días de sol, de las noches de luna, de sentir, de vivir... de... de... ¡Pues nada! Entonces me mudo aquí, a mi blog, donde se me activa el "On"... donde afortunadamente he descubierto otra forma de seguir bailando por la vida.
Es que, aunque me encanta mi trabajo, la perspectiva en la que debo situarme cuando se imponen las metas que se alcanzan en el aire acondicionado, la cibernética, los tacones, las relaciones públicas, el neón y todo lo ya sabido, es perfectamente incompatible con la perspectiva sin límites de mi ser interior. Ese ámbito donde el tiempo, la altura, el ancho y la profundidad no le hacen barreras a los sueños... Ese lugar libre donde nace la poesía, donde sin alicientes externos, hormonales o climáticos, me acaloro, me desnudo, me escapo, me emborracho, me asalto, me despeino, me transformo, me ilumino, me vuelo, me permito, me desvanezco, me recobro, me reconozco, soy; bailo con la vida...
Sin embargo, siempre llega la hora de cerrar el blog... Dentro de unas horas, cuando mi reloj biológico me despierte y la rutina se me instale sobre los hombros, retornaré al escenario de las metas y los logros, donde debemos caminar con los ojos abiertos, las alas atadas y midiendo los pasos...
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